Graciela Cortiñas de Ruiz era mendocina de pura cepa. Terminó el secundario con el título de Maestra Normal Nacional, pero desde muy joven le interesaban especialmente los niños con problemas del desarrollo, así que completó su formación de base en el Instituto Privado Incorporado N°44 (I.P.S.I) de Mendoza, recibiendo el título de Maestra Diferenciada (así se denominaba entonces lo que más tarde se conoció como Educación Especial).

Pero quería saber más, y alrededor de sus 25 años viajó a París, donde encontró una institución que trabajaba en el aprendizaje de niños con problemas y de eso aprendió y participó. Allí la conoció la Dra. Lydia Coriat (1965 ó 1966), quien a su vez estaba becada para estudiar con el Dr. Lejeune. Y allí también la conocí yo, porque en alguna reunión social la Dra. Lydia Coriat (mi mamá) nos presentó. Por mi parte, se trataba del mismo viaje que mencioné en el texto “Una psicoanalista en París”. Han pasado nada  más que 54 años…

Ya de vuelta en Buenos Aires, invitada por la Dra. Lydia Coriat – quien ya había tenido ocasión de conocer su interés y compromiso con los niños – Graciela pasó a formar parte del equipo que trabajaba en el Hospital de Niños; también estuvo entre los profesionales que inauguraron el plantel del Centro de Neurología Infantil (1971). Téngase en cuenta que, para contar a estos últimos, sobraban los dedos de las manos.

Volví a encontrarme con Graciela 10 años más tarde (1976). Yo era estudiante de Psicología y ella ya era una profesional formada y de pleno derecho, por su vasta experiencia. Era miembro del Equipo de Estimulación Temprana, equipo que, recuérdese, atendía a los niños de 0 a 6 años. Tiempo después, ya a mediados de la década del 80, consideramos que, como intervención clínica, convenía diferenciar la clínica de bebés de la clínica de niños pequeños y el equipo se fraccionó en dos: un equipo de Estimulación Temprana (bebés), coordinado por Haydée Coriat, y un equipo de Psicopedagogía Inicial (niños pequeños), coordinado por Stella Páez. Graciela, sin dudarlo, eligió quedarse en el equipo de E.T.

Graciela no fue sólo uno antigua compañera. Estuvo entre las primerísimas primeras que trabajaron en la clínica de bebés. Era mucho más clínica práctica que teórica, pero imposible pensar que no participó activamente, con sus invaluables aportes, en la primera línea de construcción de la disciplina, aunque no haya dejado ningún texto escrito. Tampoco le gustaba dar clases, ¡pero sí que eran afortunadas las alumnas de los cursos de ET que llegaban a observar sus sesiones con un bebé y sus padres, y luego comentar con ella qué fue lo que habían visto en ese tiempo de trabajo!

Pocos fueron, tanto como ella, tan comprometidos miembros del Equipo a lo largo de años (en el Hospital de Niños primero, en el Centro de Neurología Infantil después y, por último, en el Centro Dra. Lydia Coriat (FEPI).

A los 70 años se retiró para jubilarse, ¡y para tener más tiempo para ver a sus hijos, Rodrigo y Verónica, de los que siempre hablaba!

El sábado pasado, 25 de julio de 2020, nos despidió para siempre. Había vivido poco más de 80 años.

También, para siempre, nuestro recuerdo.

Elsa Coriat

Sigue el testimonio/recordatorio de Haydée Coriat, Silvia Coriat, María Emilia Puppo y, luego, de integrantes del Equipo de FEPI en un diálogo intrainstitucional que, en su homenaje, queremos hacer público:

Haydée Coriat:

Conocí a Graciela en el Centro de Neurología Infantil.

Desde el primer día fue convocada por la Dra. Lydia Coriat, al trabajo de atención en Reeducación, era reeducadora de niños pequeños (así se nombraba entonces a las terapeutas).

Cordial, alegre, apasionada por su trabajo, compartió conmigo (que recién empezaba en el equipo de reeducadoras) todo lo que consideraba importante y necesario en relación a los pacientes y sus padres.

Veníamos de diferentes formaciones ¡y nuestro intercambio fue muy rico!

Fuimos amigas.

A lo largo de los años, compartimos la pasión por la clínica y aprendimos una de la otra.

Graciela era generosa, divertida, se reía de sí misma. Era ácida en sus críticas para con ella y con los demás, y siempre quería aprender más.

Pudimos hablar, discutir, corregir, compartir, pensar de diferentes formas muchas cosas (fundamentalmente política y religión).

Era elegante, hablaba un excelente francés, gustaba del buen vino (mendocina de nacimiento y alma), fanática del chocolate. Profundamente amante de su familia.

Siempre nos sentimos cerca.

Hoy al pensarla, en medio de la tristeza, se me arma una sonrisa, un recuerdo cálido de todo lo vivido.

Silvia Coriat: Tengo flashes de cada vez que pasaba por el Centro Coriat o, previamente, por eI Centro de Neurología Infantil. Imposible recordarlos sin la imagen de Graciela, alegre, comunicativa, y a la vez con carácter fuerte, concentrada en su trabajo con los chicos. ¡Hermoso recuerdo!

María Emilia Puppo: Cuando conocí a Graciela Ruiz (julio 1983) se inauguraba la primera pasantía en el Centro Lydia Coriat. Recuerdo que ella tenía uno de los consultorios más pequeños ¡pero su corazón era tan grande que cuando entrabas allí te hacía sentir que eras única! Ese fue el comienzo de un compartir de años. Frontal, sincera, humilde, generosa, ¡su afecto era tan genuino! Para mí, un lujo. ¡De esas amigas que te sostienen con sólo saber que ella está!   ¡La vida puso kilómetros entre nosotras! Ella en Buenos Aires y yo en Chaco… ¡¡¡y el afecto siguió intacto!!! ¡Agradezco infinitamente su presencia y compañía porque me marcó! ¡Siguen vivos los mejores recuerdos con Gra!

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Sandra Colantoni: Estuvo en FEPI hasta el 2011. Compartí con ella esos últimos tiempos cuando entré a formar parte del equipo. La invitamos a un Ateneo en el que la homenajeamos por su despedida, Ateneo del que participó Haydee.

Fabiana Neiman: Estuvo muchos años en FEPI. Era una persona muy amorosa. Me sumo en recuerdo para ella.

Tamara Svetcoff: Tuve el placer de llegar a recibir una pacientita suya.

Liliana García: Compartí su último tiempo de trabajo en FEPI. ¡¡Qué triste!!

Silvia Giménez: ¡¡Qué tristeza!!

Claudia B. Sykuler: La recuerdo con un humor muy fresco, y un compromiso notable con los bebés y sus padres. ¡¡Muy trabajadora!! Y nos contaba muchas anécdotas de sus inicios al lado de la Dra. Coriat.

Celina Brinkworth: Era una sabia para generar encuentro. Linda Graciela, tanta risa y frescura para llegarle a todos.

Cecilia Consoni: La conocí cuando entré a FEPI en el 2012, aún atendía.

Silvia Brukman: Excelente persona y profesional. Compartí con ella momentos de su vida, y de la mía… Compartimos varios pacientes y recuerdo los tiempos que juntas íbamos a la Villa 31 para trabajar con las madres cuidadoras. ¡Una persona que dejó huella!

Delia María Maidagan, (Puni): Sí, ¡una gran persona! Mendocina ella, con esa tonada ¡tannn linda!  Con un gran deseo. Es muy triste ¡pero merece una preciosa despedida!

Laura Markowicz: Formó parte de FEPI hasta el 2011.  Yo continúe atendiendo una pacientita de ella, cuando ella se retiró. Recuerdo que quería tener disponibilidad para viajar y visitar a sus hijos que vivían en el exterior.

Natalia Taratuto: Tuve la suerte de compartir muchos momentos los lunes, cuando me la cruzaba.

Adriana Suliansky: Me acuerdo mucho de Graciela, de los Ateneos, de sus comentarios con los pacientes, de la pasión que ponía en su clínica y en el trabajo con los padres, pasión que transmitía con enojos, con alegrías, en su modo de contarlo y de transmitirlo… Comparto la tristeza con todos.

Delia María Maidagan (Puni): ¡Era una bellísima persona!

Elsa Coriat: ¡Bellísima persona! Y por mi parte, además de la pasión y el compromiso que ya se mencionaron, ¡yo le admiraba la elegancia!

Romina Caligaris:  Recuerdo el día en que entré al consultorio de estimulación temprana y estaba ella ahí, haciendo algunas anotaciones, y nos pusimos a charlar, de la vida, de trivialidades… Una cosa fue llevando a la otra y me contó la historia de amor con su marido, de cómo se habían conocido en aquél barco…, ella viajaba y él era tripulante… Era hermosa la historia. Y me dijo: “¿Te das cuenta, Romi? Es como una novela, como un cuento de Corín Tellado”. Inolvidable ese momento con ella.

Noemí Giuliani: Graciela era lo directo. Lo dicho sin decires escondidos. Sí, también elegancia en su vestir. Amaba a sus pacientes, se enojaba con los padres… Siempre tenía una pregunta a otra disciplina.

Sandra Colantoni: Tenía 70 años cuando se despidió de FEPI ¡y seguía atendiendo bebés hasta ese momento!

Daniela Srugo: Bellos recuerdos. Yo que no he tenido el honor de conocerla, la imagino a través de las cálidas palabras de quienes sí tuvieron el placer de tenerla cerca. Gracias por compartir sus experiencias…

Natalia Taratuto: ❤️

Fabiana Neiman: Muy conmovedor. ¡Hermosos y afectivos recuerdos! ¡Un reconocimiento merecido!