En nuestra práctica clínica, en principio y ante todo, partimos de lo siguiente:
“Un bebé con problemas es… ¡un bebé!”
¿Qué es un bebé? ¿Quién es un bebé? ¿Quién consulta por un bebé? ¿Para quién es ese bebé? Es imposible pensar o definir un bebé si no es con un otro, un adulto que lo reconoce como tal y lo ubica en ese lugar, que le da cobijo y sostén; por eso decimos también que “Un bebé no es sin sus padres”.
Un bebé es un alguien pequeñito que se encuentra en un activo proceso de construcción y constitución, o sea, en pleno proceso de desarrollo. Desarrollo en el que se ponen en juego lo que el bebé trae (su equipamiento neurobiológico), y su crecimiento y maduración en relación con el sostén que proveen los adultos que lo alojan como hijo.
Consideramos a los “problemas” en el desarrollo como aquello que nos plantea interrogantes, preguntas que no poseen una única e idéntica respuesta para todos; los “problemas” nos remiten a lo singular de cada bebé y sus padres, y desde ahí los abordamos, dirigiéndonos a lo posible de su transformación.
Los avances de la Epigenética de los últimos 30 años han vuelto a demostrar, en una nueva dimensión, aquello que desde antes ya veníamos comprobando en la clínica: que el equipamiento genético con el que nace un bebé es permeable a la incidencia del medio, que lo que viene escrito en los cromosomas se desplegará de manera singular para cada uno en el proceso de interacción con el ambiente y los encuentros con los adultos significativos que
sostienen a ese bebé.
La Estimulación Temprana es la disciplina que se ocupa de los bebés con problemas en el desarrollo. El espacio terapéutico de ET se constituye a partir de la demanda de los padres preocupados por los problemas (actuales o futuros) de su hijo. Se abre entonces un espacio a cargo de un único terapeuta, a quien denominamos “terapeuta único” para subrayar lo más exclusivo de su función: construir una relación terapéutica singular para ese bebé y sus padres, ofreciéndoles un espacio de juego y palabras, donde tenga cabida todo aquello que ese bebé necesite para su desarrollo, sosteniéndolo desde el deseo de sus progenitores y no desde automatismos condicionados.
El terapeuta único que se haga cargo del tratamiento de un bebé deberá estar formado para atender a todas las “áreas” en que dividimos las actividades de lo humano: psicomotricidad, lenguaje, aprendizaje, hábitos, etc. etc.
Se trata de un espacio de construcción singular, porque no se puede hacer avanzar a un bebé “parte por parte”: eso, entre otros problemas, le complica demasiado la construcción de su yo, es decir, saberse uno.
En este espacio de juego y actividad espontánea, el terapeuta irá conociendo al bebé, indagando sobre las diferentes áreas del desarrollo, sobre sus dificultades y obstáculos, intervendrá ofreciendo al bebé posturas, movimientos, juegos, objetos, sonidos, lenguaje. En este mismo espacio junto con los padres construirán posibles modos de intervenir con el bebé, hablarán sobre aquello que los preocupa, los interroga, los angustia.
Un bebé no es un cuerpo que tiene que aprender por repetición, sino alguien que se está estructurando subjetivamente, conformando su aparato psíquico en absoluta imbricación con el funcionamiento de sus instrumentos. Un bebé se construye al descubrir y hacer propio su cuerpo y sus producciones.
El terapeuta es único para el bebé y sus padres, pero no está solo. Cuenta con un equipo interdisciplinario, equipo con el que hace interconsulta y elabora estrategias de intervención.
El equipo básico para la intervención en Estimulación Temprana está conformado por el terapeuta, el neuropediatra y/o pediatra y el psicoanalista. El neuropediatra es quien reúne toda la información de orden médico, estudios específicos e interconsultas con otras especialidades médicas, si fuera necesario. El psicoanalista lleva adelante entrevistas con los padres. Psicomotricidad y Terapéutica del Lenguaje son disciplinas que están incluídas también en el equipo ampliado, y que aportan a la clínica de la Estimulación Temprana desde el dispositivo de la interconsulta.
El tiempo de la Estimulación Temprana tiene un fin, una conclusión, así como lo tiene el tiempo del bebé. Cuando el que ingresó como bebé chiquitito comienza a transformarse en un incipiente niñito demostrándolo por donde sea (comienza a desplazarse con soltura e intención, le da de comer a su muñeca o le hace “noni-noni”, se interesa en otros niñitos, comienza a decir las primeras palabritas, así sea con un único fonema, arma relación con otros adultos que no sean sus padres, reconociéndolos como terceros), cuando está cerca de los 3 años o poco más, ya puede recibir su primer diploma: “Egresado de Estimulación Temprana” y le corresponde pasar a la etapa siguiente, ya sea en Psicopedagogía Inicial, ya sea en Psicomotricidad, ya sea en Terapia del Lenguaje, ya sea en Psicoanálisis.
Cada una de estas cuatro disciplinas está pensada como tratamiento para un niño pequeño, sabiendo de las enormes diferencias entre un bebé y un niño, pero también sabiendo que, si bien el Terapeuta Único no es condición sine qua non, como en Estimulación Temprana, también es necesario que tenga una formación como para poder hacerse cargo del niño en su conjunto, independientemente del título de base que autorice legalmente su práctica clínica.
Nuestra institución cuenta ya con 45 años de trayectoria en el tratamiento de los niños que presentan problemas en el desarrollo, y el acompañamiento a sus familias. Fue la Dra Lydia Coriat quien dió el primer impulso y creó, allá por los años 1970, los principios teóricos-clínicos para el abordaje en ET en el marco del dispositivo interdisciplinario; una verdadera audacia y compromiso ético con el sufrimiento y la necesidad de sostén de los niños y sus padres. Nuestro trabajo cotidiano se arraiga en ese espíritu y en el constante entramado entre las nuevas investigaciones en los campos disciplinares afines y la práctica y experiencia cotidiana que nos enriquece en cada encuentro con un bebé/niño y sus padres.