Elsa Coriat:
Jorge Garbarz fue uno de los primerísimos integrantes del equipo interdisciplinario que formó la
Dra. Lydia Coriat, en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, antes incluso de la fundación de su Centro de Neurología Infantil.
Era un joven de poco más de 20 años, apenas recibido de kinesiólogo, pero con una riquísima experiencia en el trabajo (re)creativo con niños, desde su propio pasaje por Zumerland.
Fue uno de los discípulos predilectos de la Dra. Lydia Coriat y, desde muy temprano, fue un creador e innovador en la clínica psicomotriz de los problemas del desarrollo infantil, especialidad que, para ese entonces, prácticamente no existía.
Su manera de trabajar con los niños, de jugar con ellos, su manera de dirigirse a ellos y de relacionarse, marcó a los profesionales que lo siguieron, y no sólo en el campo de la psicomotricidad sino también en el de otras disciplinas.
Su transmisión fue oral y presencial: no dejó muchos renglones escritos; sin embargo, quienes lo escucharon, atesoran su enseñanza, y al día de hoy son innumerables aquellos que, sin haberlo escuchado nunca, reciben lo que Jorge Garbarz dejó sembrado con tanta modestia, que ni siquiera saben que él es el autor.
Trabajó en el Centro de Neurología Infantil desde el primer día; formó parte del equipo de dirección que se hizo cargo de la continuidad del mismo cuando falleció la Dra. Lydia Coriat y, pocos años después, fue Miembro Fundador de FEPI (Fundación para el Estudio de los Problemas de la Infancia – Centro Dra. Lydia Coriat).
A continuación, el testimonio, recuerdo, homenaje, de otros integrantes del equipo interdisciplinario que con él estuvieron.
Alfredo Jerusalinsky:
Jorge fue quien me llevó a hablar con la Dra Coriat y me abrió la puerta para entrar a su equipo (1971) en el Gutiérrez.
Nos conocimos acampando en Uruguay, en nuestras respectivas lunas de miel (Dic.1969). A Mirta se le acabó la yerba y Zulema tenía. Acabamos mateando juntos y compartiendo vida y vocaciones en las décadas venideras. Mi vida no hubiera sido la misma sin ese talentoso y cálido amigo.
Delia Maidagan:
Jorge Garbarz fue mi maestro y me dio el privilegio también de ser mi amigo.
Lo conocí en el Centro de Neurología Infantil que funcionaba en la calle Azcuénaga. En su consultorio, un niño pequeño luchaba muerto de risa para salir de la alfombra en la que Jorge lo había enrollado. El juego era un desafío para ese pequeño, quien portaba una cuadriplejía espástica, y para Jorge mismo que acababa de inventar mágica pero aguda y calculadamente una oportunidad para acompañarlo en la travesía de constituirse como sujeto de deseo mientras, a la sazón, construía algún modo propio de organización tónico- postural y motriz.
En 1982 le pedí que me acompañara en el recorrido de mi formación profesional y me respondió con su enorme generosidad durante todos los años que siguieron, hasta que tuvo que salir de la escena.
Artesano agudo de la clínica, que con su estilo singular lograba a la vez alojar el sufrimiento de cada niño, localizar por qué caminos estaba transitando y cuáles eran los obstáculos de su aparato neuromotor a sortear. Allí, inventaba algún recurso, algún soporte, algún realce que facilitara y vehiculizara lo que su pequeño paciente iría a construir. Desde ya, siempre jugando Después de cada encuentro con un niño, venían sus dos clásicas preguntas: ¿qué viste? ¿qué pensás que pasó en esta sesión? Se abría entonces el espacio maravilloso de un nuevo acto de transmisión. Fueron años donde las discusiones clínicas versaron desde la pertinencia de intervenir en Estimulación Temprana con bebés con parálisis cerebral, espasticidad, distonías versus técnicas de intervención sostenidas en la inhibición refleja, hasta pensar estructuralmente el lugar del síntoma psicomotriz o la problematización teórico-clínica sobre los procesos de estructuración postural y motriz en la constitución del sujeto en los tiempos primordiales.
Siempre pensé que la complejidad de problemas que Jorge intentaba resolver en la clínica rebasa cualquier escritura que hoy todos le podamos reclamar.
No escribió en papel, pero sí en la formación de cada uno de aquellos que tuvimos el privilegio de formarnos a su lado. Sin embargo, dictó clase, participó de congresos, ateneos y seminarios que atesoro entre los libros de mi biblioteca y en lo que intento de mi propio modo de ejercer en esta clínica. Lo que Jorge construyó no era posible de ser escrito.
En estos días además de extrañarlo, me pregunto ¿qué estaría inventando para intervenir con sus pacientes en el aislamiento obligatorio que esta pandemia nos impone?
Tuve la suerte de sentirme parte de sus amigos y de sus compañeros de ruta en momentos bastante difíciles de nuestras respectivas vidas. Allí, también dió clase.
Claudia Sykuler:
Cuántas imágenes y recuerdos que me vienen a la memoria… y muchas emociones…
Fue nuestro docente en la Asociación Argentina de Psicomotricidad, allá por los años 80; y nos formó en la mirada e intervención psicomotriz con niños con problemas en el desarrollo, especialmente con cuestiones neurológicas.
Jorge hacía unas observaciones y lecturas de lo que le pasaba al niño con y en su cuerpo que hasta hoy en día me acompañan en la clínica. Me invitó a formar parte de FEPI, Centro Dra. Lydia Coriat, desde el año 1985, gesto que agradezco y que marcó mi vida profesional.
Raquel Sued:
¡Qué bueno recordar a Jorge! Comienzo por evocar cuando, en el ´88´, Jean Bergés estuvo aquí, en Buenos Aires, y reconoció con admiración cómo por promoción de Jorge se trabajaba con pacientes comprometidos neurológica o psíquicamente. Esa fue la marca más fuerte que sentí respecto del enorme soporte clínico brindado por Jorge.
Fue él quien me invitó a una cursada trimestral que se daba en ese entonces en el Centro Coriat y, al promediarla, en diciembre del ’85, con una llamada telefónica, me invitó a ser parte del equipo de psicomotricidad; mis hijos me vieron saltar de alegría, es un recuerdo imborrable y fue gracias a él.
Silvia Brukman:
¡Jorge querido!
Quien me abrió las puertas para la atención de bebés y niños con problemas en el desarrollo.
Docente en mi formación en la Asociación Argentina de Psicomotricidad y primer supervisor.
Cálido, humilde y generoso en su transmisión. Me convocó a formar parte del equipo del Centro
Dra Lydia Coriat en 1984 y del equipo de Estimulación Temprana del Hospital Durand
Huellas profundas de un largo recorrido compartido. Gracias MAESTRO!
Noemí Giuliani:
Me uno al recuerdo amoroso hacia Jorge.
Lo veo con su sonrisa serena, algo triste, quizás…
Lo recuerdo con sus preguntas luminosas, profundas, en interdisciplina. Eso siempre nos permitía pensar juntos, enriquecer desde su mirada nuestras disciplinas.
Porque al recordarlo, ¡lo actualizamos en sus enseñanzas!!!
Lo que se escribe de esa manera no se diluye, permanece.
Mercedes Pedemonte:
Principios de los años 90, un incipiente equipo de Estimulación Temprana del Hospital Eva Perón de San Martin, estábamos supervisando con Haydeé (Coriat, por supuesto), en el Centro Coriat. A mitad de la reunión él abrió la puerta, Haydeé nos lo presentó, y así, de parado nomás y con pocas y sencillas palabras pusimos los cimientos (entre nuestro equipo y el suyo, del Hospital Durand) de lo que sería el “Grupo Interhospitalario”. Un grupo conformado por cerca de diez equipos de Estimulación Temprana, un espacio de construcción y lucha con el que llegamos al Congreso de Estimulación Temprana en Cuba. Lo recuerdo dando una de las Conferencias centrales en el Congreso, lo aplaudieron/mos de pie.
Celina Brinkworth:
Entrañable Jorge, maestro, compañero y amigo.
Sus palabras sencillas y sabias me llevaron de la mano a conocer y querer saber de los bebés y los niños.
Tuve la fortuna de aprender de él, porque su humildad me invitaba.
Amigo que cobija con su mirada serena, mi cómplice de risas y tristezas, te recuerdo hoy y siempre en todos los espacios compartidos, entre los niños y mis seres queridos.
Haydée Coriat:
Querido Jorge, amigo, maestro, colega… hemos transcurrido por múltiples momentos alternando y conjugando estas relaciones. Fueron un montón de años…
Siempre te reconocí como “mi maestro” en la clínica.
Tu plasticidad, imaginación, la forma de relacionarte con cada niño y sus padres fue única.
Tomé de vos la soltura en el encuentro terapéutico, priorizando el descubrimiento de quién es ese niño y que le gusta, también que le cuesta producir. Desde ahí la posibilidad de utilizar nuestras herramientas terapéuticas a favor del camino de esa producción.
Fuiste un kinesiólogo excepcional, tanto que de hecho utilizabas tus conocimientos del cuerpo, posturas, movimientos invariablemente en juegos con los chicos, deslizándote así al terreno de la psicomotricidad que no existía como disciplina.
Aprendí la dinámica del movimiento ,y creo que también de la resistencia y el dolor que un niño puede experimentar cuando quiere producir algo y su cuerpo no responde.
Inventabas espacios posibles para niños con movimientos “imposibles”,( tus pacientes niños pequeños y no tanto, con “lesión cerebral” , cuadriplejia espástica, distonias, etc…) . Se divertían con las sogas en las que podían incorporarse y balancearse, con los planos inclinados en los que se tiraban rolando como si fuese una pequeña loma….tantos espacios, tantos juegos, tantos niños.
Un observador desprevenido podía ver “acciones absurdas con resultados inexplicables, con efectos clínicos “muy creíbles”.
Permitiste la observación en el consultorio y la reflexión posterior.
Trasmitiste cantidad de conocimientos a quien quisiera aprenderlos.
Armaste “equipo” en el hospital, en el Centro de Neurología infantil (después FEPI), en el Hospital Durand. Hasta lo intentaste con Socolinsky…..
Cuando te fuiste el vacío fue enorme, quedaron los trazos que cada uno pudo tomar y guardar.
En lo personal muchas veces en el consultorio jugando , en las reuniones clínicas con colegas , algo te recuerda , y me surge una sonrisa por el instante de reencuentro.